viernes, noviembre 24, 2006

Hacia Tuxpan

Tomado del libro La palabra empeñada)
Heberto Norman Acosta, Investigador histórico Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado
Mientras tanto, en Cuba se ultiman los detalles en torno a la acción de apoyo al desembarco. Aunque en su última visita a México, Fidel insistió a Frank País en la conveniencia de comenzar dicha acción cuando se conociera el desembarco, desde días antes el joven santiaguero ha considerado la efectividad de hacer coincidir ambas acciones y ante un plano de la ciudad expuso su propósito a Pepito Tey y Léster Rodríguez, quienes están de acuerdo con su proposición.
Jesús Montané (izquierda) junto a Juan Manuel Márquez durante los preparativos de la expedición en México.
Frank les explica que, con las armas que cuentan, deben distribuir la ciudad entre los diferentes grupos de acción, apoyados por las Brigadas Juveniles, con el propósito de propinar un golpe de tal magnitud que entretenga lo suficiente a las fuerzas de la tiranía para que el desembarco se realice sin dificultad alguna.
Con tal propósito, Frank propone atacar el edificio de la Policía, en la loma del Intendente, y el de la Policía Marítima en el puerto. Además, hacer un bloqueo al cuartel Moncada y dispararle con un mortero para crear el desconcierto. Los grupos que puedan armar, situarlos en puntos que impidan la salida de la fortaleza militar. Si los insurreccionalistas auténticos y los de Acción Libertadora estuvieran dispuestos a participar o brindar sus armas, se podría completar el cerco; si no, debe hacerse con barricadas que sitúen las Brigadas Juveniles. Lo mismo habrá que hacer con el Distrito Naval y tratar de tomar el aeropuerto, para evitar la llegada de refuerzos. Para ello pide a Manuel Abelardo Rodríguez Font que tome fotos aéreas del aeródromo y de todos sus accesos.
Luego de recorrer los lugares donde se desarrollarán las acciones, el viernes 23 de noviembre Frank País cita por separado a los jefes de grupos y en la casa de Arturo Duque de Estrada, en San Fermín 358, imparte a cada uno su misión, debiendo informar una vez que termine el reconocimiento del objetivo asignado.
Aquel propio viernes 23 de noviembre, el Estado Mayor del Ejército envía desde Columbia un radiograma cifrado al jefe del Regimiento No. 1 de la Guardia Rural en Santiago de Cuba, ordenando el arresto y conducción ante el coronel Orlando Piedra, del dirigente clandestino Frank País García, vecino de General Banderas 226, entre Habana y Maceo, Santiago de Cuba.
Acontecimientos de última hora
El sábado 24 de noviembre, los órganos de prensa mexicanos continúan informando acerca de la reciente ocupación de armas en la capital mexicana y la detención de los cubanos Pedro Miret, Enio Leyva y Teté Casuso. Según el diario Últimas Noticias, estos supuestamente están apoyados por Vicente Lombardo Toledano y los comunistas. Aunque los detenidos niegan conocer el origen de las armas ocupadas y toda relación con el ex presidente Carlos Prío y Fidel Castro, se afirma que este último se encuentra sujeto a estrecha vigilancia. Por otra parte, funcionarios de la Procuraduría General de la República niegan que los cubanos detenidos fueran a ser deportados y aseguran que de un momento a otro serán presentados ante las autoridades judiciales.
Ese sábado, Pedro Miret y Enio Leyva son trasladados de la cárcel de Miguel Schultz a la penitenciaría de la calle Lecumberri, conocida tristemente como el Palacio Negro, donde permanecerán detenidos varios días, hasta que el viernes 30 de noviembre Melba Hernández se presenta a pagar la fianza fijada por las autoridades y conocen entonces de la partida de la expedición y su probable arribo, al divulgarse la noticia del alzamiento de Santiago de Cuba.
Raúl Castro y Antonio Ñico López en México, noviembre de 1956.
La mañana de aquel 24 de noviembre, exactamente una semana después de la ocupación de las casas de Sierra Nevada y la detención de varios compañeros debido a una traición, los combatientes que aún permanecen en Ciudad México se disponen a partir hacia el punto de concentración acordado. Dos días después, el lunes 26, el grupo de revolucionarios que fuera apresado durante la redada de junio debía presentarse a firmar a las oficinas de la Secretaría de Gobernación.
Bien temprano, Gustavo Arcos se presenta en el apartamento de Sombrerero 9, edificio Dolores, para recoger a Mario Hidalgo, quien permanece allí junto con René Rodríguez y las hermanas Eva y Graciela Jiménez. Mario Hidalgo solo atina a tomar una máquina de afeitar, el cepillo y la pasta de dientes, que guarda en el bolsillo de su jacket, y van en busca de unos espejuelos para Fidel y Faustino; visitan además distintas casas, en las que Gustavo deja algunos recados.
La cita convenida es en la casa de la calle Génova 14, cerca del Paseo de la Reforma, donde residen dos ancianas tías del ingeniero mexicano Alfonso Gutiérrez, Fofó. Hacia allí se dirige minutos después Mario Hidalgo, en el auto que conduce Gustavo Arcos, llevando a bordo a otros compañeros.
Esa mañana, Gustavo Arcos pasa también por el apartamento de Insurgentes 6, para avisarle a Fernando Sanche-Amaya de la inminente partida. Poco después, Sanche-Amaya arriba en un taxi a la dirección indicada, sube por una escalera y llega a un saloncito, donde encuentra a Juan Almeida, Mario Hidalgo y a un grupo de compañeros.
Aquella mañana, en la casa de Génova 14 se reúnen varios combatientes citados para ese lugar, entre ellos Universo Sánchez, Juan Almeida, Calixto Morales, Oscar Rodríguez y Rolando Santana.
Poco antes, cumpliendo instrucciones de Fidel, Universo reúne temprano en el apartamento de Insurgentes 5 al reducido grupo de compañeros que no han sido seleccionados para integrar la expedición, unos por el peso y el tamaño, otros por encontrarse enfermos o no poseer la capacidad física necesaria. En este grupo se encuentran los hermanos Tomás Electo y Federico Darío Pedrosa, Félix Aguedo Aguiar, Walfrido Moreno y Fernando Margolles, quien recientemente arribara de los Estados Unidos. Universo les dice de manera escueta que van a una misión, tienen que quedarse allí y no pueden salir, dejándoles dinero para que compren comida.
La preocupación de Fidel Castro por la situación de los compañeros que quedan en la capital mexicana, así como por su familia, es manifiesta. Esa propia mañana, desde un lugar de su recorrido hacia Tuxpan, a las 10:02 del día envía un telegrama a Amaldo G. Barrón, en Nueva York, haciendo responsables a todos los compañeros del Club Patriótico 26 de Julio de esa ciudad por el sostenimiento de la familia de Walfrido Moreno, sin ofrecer otros detalles.
Cerca de las 11:00 de la mañana de aquel sábado 24, Raúl Castro se dirige en un auto conducido por Horacio Rodríguez al apartamento de Callejón Sombrerero 9, edificio Dolores, donde residen las hermanas Eva y Graciela Jiménez. Allí lo aguarda René Rodríguez y visitan por última vez a la casa de la calle Fuego 791, esquina a Risco, Jardines del Pedregal de San Ángel, para que Raúl se cambie de ropa y se despida de sus hermanas Lidia, Emma y Agustina.
En aquella ocasión, Raúl viste un traje azul recién salido de la tintorería y botas. Por su parte, René un traje gris que acaba de comprar en una casa de empeño. Raúl no revela a sus hermanas la fecha de la partida, pero sí les comunica que son sus últimos momentos en México. Lidia le prepara una maleta pequeña con alguna ropa y otros efectos. Pero Raúl le expresa que cree no va a tener mucho tiempo para usar aquellas cosas, a la vez que le entrega una fotografía para su mamá y otra para su hermana Juanita, una notica escrita a Agustina y otras cartas más.
La noche anterior la pasó Raúl Castro escribiendo algunas cartas y documentos, entre ellos el Testamento Político de Antonio López Fernández y Raúl Castro, una de cuyas copias le entrega a su hermana Lidia, otra a Orquídea Pino y la tercera que deben guardar estas para, en caso de que caigan ambos, la entreguen a un miembro de una institución política cubana radicada en México. Fechado en la madrugada del sábado 24 de noviembre de 1956, dicho Testamento Político revela el avanzado pensamiento político de los dos combatientes, plenamente identificados con la concepción marxista-leninista. El documento comienza expresando:
Finalizando el 1956 y estando a punto de culminar con el estallido de una violenta insurrección que arroje del poder a los que por la fuerza y contra las leyes de la nación lo ocupan desde el 10 de marzo de 1952, los abajo firmantes, Antonio López Fernández y Raúl Castro Ruz, miembros del Movimiento Revolucionario "26 de Julio", ante la inminencia de la lucha armada y el riesgo que corremos al igual que todos los participantes de caer en la misma, habíamos decidido dejar constancia escrita de nuestros pensamientos y exponer las razones que nos han impulsado a la lucha, como ideas complementarias a las públicamente anunciadas por nuestro movimiento.
Pero habiendo sido decisivo el factor tiempo para hacer un análisis amplio y a fondo de la cuestión cubana, ya que acontecimientos de última hora hacían demasiado peligroso la prolongación de nuestra estancia en México, obligados por esos factores y con tiempo apenas de redactar estas breves líneas en las horas que nos quedan aquí, hemos decidido como cuestión previa, concedernos mutuamente un amplio voto de confianza por si alguno de los firmantes queda con vida al finalizar la lucha, que su voz, sus ideales y pensamientos, representen plenamente al del que caiga en el combate; inclusive está autorizado, tomando la ideología del "26 de Julio" como meta, llegado el momento de creer estos postulados caducados, a ingresar en cualquier organización político-revolucionaria más avanzada que la anterior, y siendo así, simbólicamente ingresará también el que años o meses antes, según las circunstancias, haya caído en la lucha anterior, o sea, esta que dará comienzo muy brevemente.
Con plena confianza pueden expresarse así dos jóvenes totalmente identificados en todos los órdenes y conceptos revolucionarios y en lo particular como verdaderos hermanos, incapaces de traicionarse entre sí el más insignificante principio, ya que estos constituyen nuestra razón de ser y a los mismos les ofrendamos nuestras vidas jóvenes y puras. Principios que han de mantenerse con los sacrificios de la adversidad y del triunfo, ya que interpretamos el Poder como un sacrificio sagrado en beneficio del pueblo y no una posición de lucro personal.
Partiendo de esta base, exponemos sincera y humildemente que no somos ningunas personalidades decisivas en la política y el proceso que vive el país, aunque sí lo sean las ideas que sustentamos como otros miles de cubanos, sino simples militantes del glorioso "26 de Julio". No obstante, en el orden particular nos interesa aclarar que si por necesidad caemos los dos en la lucha, que Jamás nuestras tumbas han de servir de pedestal a demagogo alguno en beneficio personal y en el orden general, exponemos que nuestros nombres solo podrán invocarlos aquellos que decididamente hoy luchen por nuestras mismas ideas, ideas demasiado conocidas por todos aquellos que nos han tratado y que desgraciadamente por los motivos explicados no podemos dejar constancia escrita en este escueto Testamento Político, pero que podemos sintetizar con las siguientes palabras: Un gobierno de Liberación Nacional como actualmente es interpretado por el Partido de los obreros cubanos y en un mañana no muy lejano, por ideas más avanzadas todavía en lo económico y social, en la forma gradual que requieran los procesos de los pueblos.
No obstante la sencillez de este documento, representa honradamente nuestros pensamientos sobre tema tan trascendental como lo es sin duda, el ideal que mueve a los hombres hacia las grandes empresas de sacrificios y de lucha. Si en medio de los combates, el tiempo nos permite irlo complementando, así lo haremos [. . .
En aquella ocasión, Raúl comenta irónico a su hermana Emma que no saben si la Revolución triunfará y si van a sobrevivir. Pero si triunfan, llevarán adelante la Reforma Agraria y debe olvidarse de regresar. Raúl no olvida entonces el compromiso moral contraído con su compañero José Luis Tasende, caído en el Moncada, y añade que si muere, su parte de la herencia se la den a Temita Tasende.
Luego de enterrar en el jardín al fondo de la casa algunos documentos que pueden resultar comprometedores, Raúl da las últimas orientaciones, entre otras que luego de la partida todos deben concentrarse en el lugar durante una semana, esperando noticias. Esas mismas orientaciones ya se las ha dado a Eva y Graciela Jiménez.
Cerca de la 1:00 de la tarde, Raúl baja con sus hermanas por la escalera exterior hasta la puerta de la residencia del Pedregal de San Ángel. Lleva en su mano derecha la maletica que le preparó Lidia. Parte con sus compañeros hacia la casa de la calle Génova 14, donde lo aguarda un grupo de combatientes que se apresta a partir. Allí entran al garaje y cambian el auto que traen por un Buick, según acordaran, para evitar el chequeo de la policía.
Momentos después, arriban a la casa de Génova 14 el ingeniero Alfonso Gutiérrez, Fofó, y su esposa Orquídea Pino, luego de cumplir la encomienda dada por Fidel la noche anterior de comprar algunos abastecimientos. Esa mañana se levantaron temprano, fueron al mercado y, entre otras cosas, traen chocolate, leche en polvo y algunos jamones serranos. Fofó Gutiérrez también tuvo la responsabilidad de arrendar a su nombre cerca de cinco automóviles, que parten esa mañana con varios combatientes.
En horas del mediodía de aquel sábado 24 de noviembre, salen en un auto de la capital mexicana Alfonso Gutiérrez, Fofó, y su esposa Orquídea Pino, conduciendo a Juan Almeida y Universo Sánchez. En otro auto viajan Oscar Rodríguez, Calixto Morales, Mario Hidalgo y Rolando Santana, provenientes de Insurgentes 5. Los acompaña Raúl Pino, el hijo de Onelio.
Por último, parte el grupo integrado por Raúl Castro, René Rodríguez, Fernando Sanche-Amaya y Horacio Rodríguez, quien conduce, Momentos después, según afirma Sanche-Amaya, recogen a Ciro Redondo cerca del Monumento de la Raza y continúan camino.
Los vehículos se dirigen hacia la parte norte de la capital mexicana. Toman la avenida Insurgentes hacia los Indios Verdes y rebasan los límites del Distrito Federal. Pasan veloces los suburbios y pequeños poblados de chozas de adobe, entre otros el de Tizayuca, guardando una prudente distancia unos de otros. Ascienden luego por la carretera hasta llegar a la ciudad de Pachuca, capital del estado de Hidalgo. Algunos se detienen y comen algún bocado, para después seguir camino. Luego ascienden por una estrecha carretera entre montañas, bajo una fina lluvia y un intenso frío.
También en horas de ese mediodía, el grupo integrado por Héctor Aldama, Marta Eugenia López y Diego García Febles se apresta a salir de la capital mexicana rumbo a Poza Rica. En el apartamento de Jalapa 68 dejan a su compañero Francisco González Rodríguez, el Cocinero, quien recién regresó de Veracruz y se encuentra enfermo.
Aldama y sus compañeros se dirigen a la Plaza de la Constitución, para tomar el ómnibus en el que deben trasladarse hacia Poza Rica. A ellos se une en último momento Gustavo Arcos, acompañado de Herminio Díaz García, recién venido de Costa Rica e involucrado a última hora en la expedición, a pesar de estar muy vinculado a organizaciones insurreccionalistas auténticas. De El Zócalo salen unos ómnibus para Pachuca que deben abordar y luego hacer un trasbordo para continuar viaje. Pero cuando Aldama les informa de la partida, Herminio quiere llamar por teléfono a su mujer para avisarle y Aldama se niega. Discuten y Gustavo incluso Intenta interceder. Por último, Herminio se convence de no hacerlo. Y toman el ómnibus. Pero durante el viaje, este mantiene una extraña actitud y no habla en todo el camino, hasta que durante una breve parada en la ciudad de Pachuca para hacer el trasbordo, Herminio Díaz decide desertar llevándose el maletín de Marta Eugenia. La situación se torna difícil para el grupo, pues el desertor ya conoce la ruta que llevan hacia Poza Rica.
Mientras, continúan concentrados en el motel Mi Ranchito, en Xicotepec de Juárez, numerosos combatientes aguardando la señal de partida. En horas tempranas de la mañana, Fidel Castro da instrucciones a Jimmy Hirzel y Enrique Cámara para que salgan en un auto hacia Tuxpan y luego Tecolutla, vean las condiciones en que se encuentran los preparativos para la partida y aprovechen para conocer el parte meteorológico de ese día. Después, se encontrarán en un punto entre Poza Rica y Tuxpan.
Cuando Hirzel y Cámara arriban al pueblito de Santiago de la Peña, en la margen izquierda del río Tuxpan, avanzan por una calle muy mala, con muchos baches, hasta llegar finalmente a un lateral de la casa. Entonces ven por el río venir a Chuchú Reyes con el yate, quien les comunica le informen a Fidel que ya está listo el barco.
Aquella mañana, Chuchú Reyes detiene el yate Granma al Iado de la casa de Santiago de la Peña y Carlos Bermúdez ve por primera vez la embarcación que ayuda incluso a atracar. Comprende entonces que la partida es inminente. Antes de volver a salir en un botecito, Chuchú le insiste a los mecánicos en que no dejen las herramientas a bordo. La premura no permite que se realicen todos los arreglos que requiere la embarcación, aun cuando algunos son de suma importancia.
Luego de cumplida la primera parte de la misión, Jimmy Hirzel y Enrique Cámara se dirigen a la ciudad de Poza Rica y después se trasladan al balneario de Tecolutla, donde se encuentran alojados en varios hoteles los combatientes llegados de Veracruz y Xalapa conducidos por Ñico López. También se ponen al tanto del parte meteorológico, que anuncia mal tiempo.
En las primeras horas de la tarde de aquel sábado 24, luego de viajar toda la noche y parte del día, comienzan a arribar a la pequeña ciudad de Poza Rica los primeros grupos de combatientes que partieran la madrugada anterior en distintos autos desde Ciudad México. El olor a petróleo que impregna la atmósfera y el oleoducto que bordea la carretera anuncian la cercanía. En la medida en que se aproximan se divisan infinidad de torres de perforación que ofrecen un singular espectáculo.
Por aquel entonces Poza Rica es una pintoresca ciudad petrolera de aspecto norteamericano, nacida en el desierto apenas unos años antes, con calles muy anchas y rectas. Abundan los hoteles y hay gran actividad comercial, por lo que la presencia de los cubanos que arriban no despierta la menor sospecha.
Fidel Castro se ha trasladado a Poza Rica e inspecciona los hoteles donde se alojan los combatientes, entre estos el Fénix y el Aurora. Aquella propia tarde se encuentra con Melba Hernández, Jesús Montané y Rolando Moya, que poco antes arribaran en un auto y a quienes señala el recorrido hacia Tuxpan, advirtiéndoles que Orquídea Pino y su esposo pasarán por allí para unirse a ellos.
Poco después, se encuentra con Reinaldo Benítez y su esposa Piedad Solís, quienes permanecen alojados desde la tarde anterior en una habitación del hotel Aurora. Fidel viste ropas de magnate petrolero, con un sombrero tejano, y luego de recoger las dos maletas con armas que trajeran, les da las últimas instrucciones: "No se muevan de aquí, que luego los vendrán a buscar".