sábado, octubre 21, 2006

Raíces para actuar


Un hombre sin pasado es como una nave sin brújula. Un pueblo sin memoria carece de sentido.

Fidel lo supo desde muy temprano, primero por intuición y luego por convicción. Los jóvenes que junto a él integraron esa nueva vanguardia política que irrumpió como un huracán en la escena de aquella república anémica y depauperada para dignificar la vida de los cubanos, aprendieron a mirarse a sí mismos como actores de un proceso de hondas raíces en la historia patria.

Al conmemorar el centenario de la gesta del 10 de Octubre de 1868, al pie del monumento que honra a los patriotas de la campaña iniciada en el ingenio La Demajagua, Fidel expresó una frase que sintetiza la línea de continuidad de nuestro devenir emancipatorio: "Entonces nosotros hubiéramos sido como ellos, hoy ellos serían como nosotros".

Esa profunda vinculación dialéctica entre lo que fuimos y lo que somos, entre lo que somos y queremos ser, se despliega a lo largo del primer capítulo de las reveladoras conversaciones sostenidas por el líder de la Revolución con el periodista y pensador francés de origen hispano Ignacio Ramonet.

Cada una de las valoraciones de Fidel sobre los antecedentes revolucionarios del proceso, que tuvo su momento inaugural con el ataque al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, están sustentadas en una entrañable comprensión de los factores que dieron lugar a la forja de la nación en el contexto de un continente en el que por siglos han pugnado, de una parte, las hegemonías imperiales, primero de las metrópolis colonialistas europeas y luego, largamente, de Estados Unidos, y el ansia de los pueblos al sur del río Bravo por adquirir entidad propia y fraguar con independencia sus destinos.

De ahí los vasos comunicantes entre Bolívar y Martí, la fecundante sucesión entre el pensamiento y la acción del Libertador y el hombre que organizó la guerra necesaria contra el yugo colonial español en la Isla antillana, consciente de que con ella debía gestarse un capítulo decisivo que garantizara un nuevo equilibrio del mundo.

Se admira en estas páginas cómo el exigente rigor analítico de Fidel al evaluar las complejidades de las luchas por la independencia en el siglo XIX se hace acompañar de una fuerte carga emotiva en los retratos que ofrece de Máximo Gómez, Antonio Maceo y los protagonistas de aquella epopeya.

Y se admira todavía más la importancia que concede al sentido inspirador de la ética de los fundadores de la nación cubana, de quienes heredó la idea de articular el combate redentor con el ansia de justicia.

La proyección universal de esa raigalidad de la manera de pensar y hacer del Comandante en Jefe fue descrita por Cintio Vitier en una cuartilla escrita especialmente para el libro Absuelto por la Historia, a pedido del periodista Luis Báez: "El sentido antimperialista de toda la gesta de Fidel lo sitúa en el centro de la historia contemporánea, en la que han venido a acumularse y definirse, como única batalla decisiva, los milenarios movimientos de opresión, frente a los imperativos de una eticidad social de la que cada vez depende más, material y espiritualmente, la supervivencia de la especie humana".

Este capítulo inicial de Cien horas con Fidel está precedido por la presentación y la nota editorial de Pedro Álvarez Tabío a la segunda versión cubana de lo que constituye, como se ha dicho, un testimonio imprescindible para comprender al hombre, su pueblo y su época; y de la honesta, sensible y lúcida introducción de Ignacio Ramonet, quien no solo ofrece las motivaciones que lo llevaron a emprender tan ardua y hermosa empresa, sino un perfil íntimo del líder revolucionario.